Vaya por delante que no siendo un verdadero experto en el tratamiento en metales pesados (MP), al menos tengo los conocimientos básicos de saber cómo pueden llegar a afectar a nuestro organismo y lo difíciles que son de tratar. Sobre todo, tenemos la capacidad de discernir que, según la sintomatología de algunos pacientes, se debe saber indicar el deber de realizar pruebas de detección de metales pesados en pelo, orina (ácidos orgánicos) y sangre.

Es fundamental poder orientar a dichos pacientes, que se sienten incomprendidos y vilipendiados por algunos sanitarios con falta de formación. SI TIENES METALES PESADOS, TRÁTATE CON PROFESIONALES DE LA TALLA DEL Dr. Cubrias o del Dr. Mazzuka. SI ERES UN BUEN PROFESIONAL, NO TE METAS DONDE NO SABES Y DERIVA.

Los metales pesados son una serie de elementos químicos de la tabla periódica que tienen una densidad notoria y que son acumulativos en el organismo, es decir, se van acumulando durante toda la vida, siendo además difíciles de excretar o depurar, más si cabe que tengas cierta predisposición genética a tener mala “metilación” (proceso detoxificación hepática) o disposición a tolerarlo menos si cabe. La exposición a los MP y la capacidad de tolerarlos serán los pilares en los que se asientan cómo nos afectarán los mismos.

Son lipofílicos (acumulan en tejido graso), merman la integridad mitocondrial y la detoxificación. Su presencia en pelo indica intoxicación crónica, y, debes saber, que la placenta no protege a los niños de su absorción, así que PRECAUCIÓN.

Algunos de ellos (siendo el más perjudicial el MERCURIO) son el plomo, el aluminio, el cadmio, el arsénico e incluso, algunos que en muchas ocasiones son beneficiosos como el cobre o el zinc, pueden actuar de forma malévola, si existen de manera exagerada.

Su origen es variopinto y pueden proceder de piercings, tatuajes, amalgamas antiguas de mercurio, ciertos tipos de vacuna (no me meto con la actual COVID), implantes de prótesis, algunos DIU… y cómo no, alimentos como carnes alimentadas con piensos intoxicados por metales, pescados de gran tamaño criados en piscifactorías, utensilios de cocina… entre otras fuentes.

Por poner un ejemplo básico, una persona con una amalgama de mercurio expone a su organismo a 100 veces más de la cantidad que el organismo puede gestionar de dicho metal pesado. AHÍ ES NADA.

MERCURIO (THE KING): el más potente tóxico de los MP. Crea disrupción de proteínas y un incremento bestial de nuestro estrés oxidativo. Otros efectos serían Hipertensión Arterial, infartos, arritmias, alteraciones en carótida, cuadros arterioscleróticos, disfunción renal. Todo ello se recoge en estudios realizados a personas con estas.

Actúa agotando las fuentes de ácido alfa lipoico, acetil cisteína y glutatión; vamos, un cuadro, pues toda nuestra detoxificación celular pasa por tener estos nutrientes en buenos niveles. Claramente, otro metal que se carga nuestra mitocondria.

Sus fuentes suelen ser pesticidas, pescados de piscifactoría o grandes en todo caso, termómetros, amalgamas, pilas, cemento y fábricas de lámparas.

PLOMO: El plomo actúa a niveles de inhibición mitocondrial en cuanto a todo lo que a estrés oxidativo se refiere, es decir, inhibe toda función normal de lucha contra radicales libres como por ejemplo nuestra gran SOD (superóxido dismutasa), tanto en mitocondria como citosol celular, inhibe la glutatión transferasa (metilación). Por lo tanto, esta intoxicación jugará un papel clave en la peroxidación lipídica de nuestras membranas celulares (rigidez que no permite comunicación entre interior y exterior de nuestras células), además de dañar notoriamente nuestras proteínas de transcripción (para poder cumplir las órdenes de nuestro código genético) y producir las reacciones en cadena correspondientes (enzimáticas), que también es función de nuestras proteínas.

El plomo se encuentra en pinturas, en cazuelas de barro como recubrimiento (¿te suenan las de barro de arroz al horno?), humos de escape de los coches y motos (la gasolina lleva plomo).

ALUMINIO: El aluminio sobre todo nos va a afectar a nivel mitocondrial. ¿Sabéis que nuestras mitocondrias son aquellas fábricas de energía de nuestras células y que además son las encargadas de detoxificar sustancias nocivas? Vamos, que en mi caso que abogo por la “salud mitocondrial” como llave maestra de nuestra longevidad, viene este aluminio y se la carga. Si las mitocondrias no funcionan bien, el cuerpo buscará vías de compensación que acabarán en desastres metabólicos o de otra índole, y no positivas precisamente. Además, puede llegar a producir inmunoexitotoxicidad, lo cual se traduce en posibles patologías neurodegenerativas.

CADMIO: El cadmio se denota sobretodo en fumadores. Interactúa de una manera agresiva con el Calcio de nuestro cuerpo y ello provoca disfunciones óseas de consecuencias nefastas. Además, compite con el zinc, un oligoelemento que participa en múltiples reacciones químicas y sobre todo de origen autoinmune, por lo que deprime su presencia y todas las funciones que precisa del mismo. Inhibe la absorción de cobre y la más potente interacción la produce con el hierro, ya que no le permite que sea absorbido, y por mucho que reemplaces tomando Hierro de forma exógena, no hará que dejes de caer en una anemia ferropénica de libro.

ARSÉNICO: Afecta a nivel de transcripción de ADN, de la metilación (detoxificación), función inmune en linfocitos. El arsénico se encuentra en aguas mal tratadas, algunos alimentos como pollo (industrial de mala calidad) y sobre todo TABACO.

Dos peculiaridades más para acabar. Aparte de que intervienen directamente en la inhibición de la cadena del ciclo de Krebs (ciclo para obtener energía) por distintos puntos de dicho ciclo, además son capaces de producir una proteína nada buena, denominada TAU, que provoca inflamación en glía (es como el conglomerado que une a todas nuestras neuronas y que las conecta, las alimenta y las sustenta; es como su estructura), y por lo tanto, si se inflama, comienza a degradarse la función neuronal por agregación de placas amiloides que aniquilan nuestras pobres neuronas provocando enfermedades como Alzheimer o Parkinson entre otras patologías. Esta circunstancia última se ajusta más al efecto del plomo, pero aún queda mucho por estudiar al respecto.

Por lo tanto, tras haber leído todo esto, espero que te des cuenta de que los Metales Pesados no son una broma. Hacerse revisiones de la presencia de los mismos debería ser asignatura pendiente de los servicios sanitarios por la relevancia y repercusión que estos tienen sobre nuestro organismo.

Si hay disfunción mitocondrial, mala detoxificación o metilación entre otros y una falta de energía además de sintomatología de anemia y caída del sistema inmune, este tipo de pruebas no están nunca de más.

Saber tratar este tipo de patologías no es nada fácil y requiere de mucha experiencia, pues los metales pesados quedan estancos en lugares donde van siendo liberados y producen los efectos concretos y expresados anteriormente. Lo mismo puede ocurrir en principio cuando al “quelarlos” (quelar es la acción de encapsular el metal y excretarlo) son movilizados y puede hacer que circunstancialmente el paciente se encuentre peor. Es normal y es un proceso, pero hay que saber llevarlo.

Lo dicho, saber identificar esto es un salto de calidad como profesional. Derivar a gente que sabe tratar esto es lo que te hará aún mejor PROFESIONAL y, sobre todo, cambiarás la vida del paciente en cuestión.

Escrito por: Sergio Gómez, nutricionista

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